Por: José Ramiro Vega-Abogado ...
Por: José Ramiro Vega-Abogado
Julio siempre fue un mes emocionante para mí, me preparo para las fiestas patrias, pese a la oposición de mi familia, seguí la carrera militar y esta es la fecha en la que mas orgulloso me siento por tal elección, vestir mi traje de gala y representar a ese sentimiento de seguridad que las fuerzas armadas transmiten a nuestros ciudadanos, recordar esa historia gloriosa y dolorosa que nos dejó exactamente donde estamos, una tierra libre y llena de sueños, yo cumplí parte de los míos pues formo parte de la guardia militar. Aún recuerdo aquella mañana con el típico frío del invierno paceño, ese que nos tiene curtidos a los que llevamos tiempo acá; mi superior me hizo llamar y ello sólo puede significar buenas o malas noticias, nada en gris.
Me presenté 6 en punto en su oficina y nadie en el camino había notado los nervios que sentía, Dios sabe que valió la pena, ese día me otorgaron el mayor honor que se le podía dar a un militar en tiempos de paz, se me encomendó llevar la medalla legada de nuestro libertador Simón Bolivar y la Banda Presidencial a Cochabamba, para que la luzca nuestro comandante en la parada militar. Cuando se lo conté a mi familia, no podían creer que un Ortiz llevaría los objetos mas preciados de la nación al mismísimo Presidente; apenas nos alcanzó el tiempo para dejar mi traje impecable y que todo sea perfecto, ese honor no lo tiene cualquiera y normalmente no se repite.
La noche anterior no pude dormir de ansiedad, desayuné ligero y sano para verme vigoroso, llegué al aeropuerto tres horas antes, no quería ningún inconveniente, por alguna razón no se me asignó un vuelo militar así que con orgullo me acerqué al mostrador de la linea comercial y les dije: “Soy el teniente Ortiz y llevo la medalla y la banda presidencial”. Llegué a tiempo a la parada militar y si bien nuestro Comandante nunca supo que fui yo el que se aseguró que la luzca, siempre me sentí orgulloso que así fue.
Así me lo imaginaba, así debió ser, así debe ser.